Este es un gustito que me doy, en el post 101 (y 102, así no queda tan largo). No soy graaan lectora de poesía, pero éste es mi poeta preferido, el que ocupa un sitio preferencial entre los muertitos de mis amores. Roque Dalton García, irreverente, alegre, mujeriego, provocador y revolucionario. Y poetazo, en versos kilométricos o cuatro estrofas, donde habla de amor, revolución, dolores de cabeza, pueblos sufridos, donde manifiesta un amor incondicional y amargo por su país, El Salvador, y donde también se toma en broma al explicar que "no, no siempre fue tan feo". Imprescindible de la poesía latinoamericana, ni más ni menos.


Poeta, ensayista, abogado, antropólogo y revolucionario salvadoreño, una de las voces más influyentes de la Generación Comprometida. Su primera formación la realizó con los jesuitas en el Colegio Externado de San José. En 1957 viajó a la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) para participar de un festival internacional de jóvenes. Más tarde viajó a Santiago de Chile para estudiar Derecho, aunque volvió a San Salvador a continuar sus estudios. Dalton se dedicó desde muy joven a la literatura, la poesía y la política, siendo integrante del Círculo Literario Universitario (1956). Estuvo preso por cuestiones políticas en la cárcel de Cojutepeque, de donde escapó, exiliándose en varios países, entre ellos, México, Checoslovaquia y Cuba. Publicó la mayoría de sus textos en forma clandestina en El Salvador durante los años sesenta y setenta, Obteniendo en tres ocasiones el Premio Centroamericano de Poesía, el Premio Casa de las Américas y otros galardones en diversos certámenes nacionales y centroamericanos. Roque fue asesinado en 1975 por sus propios compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), la guerrilla a la cual pertenecía en ese momento, acusado de traición, hecho que nunca se probó. Roque Dalton fue el primer escritor que habló sobre la conformación social y económica de su país, El Salvador, describiendo con cruda realidad la situación sin dejar escondido nada y sin ser amable con los culpables de la situación.
Roque Dalton, alumno de Miguel Mármol en las artes de la resurrección, se salvó dos veces de morir fusilado. Una vez se salvó porque cayó el gobierno y otra vez se salvó porque cayó la pared, gracias a un oportuno terremoto. También se salvó de los torturadores, que lo dejaron maltrecho pero vivo, y de los policías que lo corrieron a balazos.
Y se salvó de los hinchas de fútbol que lo corrieron a pedradas, y se salvó de las furias de una chancha recién parida y de numerosos maridos sedientos de venganza.


Poeta, ensayista, abogado, antropólogo y revolucionario salvadoreño, una de las voces más influyentes de la Generación Comprometida. Su primera formación la realizó con los jesuitas en el Colegio Externado de San José. En 1957 viajó a la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) para participar de un festival internacional de jóvenes. Más tarde viajó a Santiago de Chile para estudiar Derecho, aunque volvió a San Salvador a continuar sus estudios. Dalton se dedicó desde muy joven a la literatura, la poesía y la política, siendo integrante del Círculo Literario Universitario (1956). Estuvo preso por cuestiones políticas en la cárcel de Cojutepeque, de donde escapó, exiliándose en varios países, entre ellos, México, Checoslovaquia y Cuba. Publicó la mayoría de sus textos en forma clandestina en El Salvador durante los años sesenta y setenta, Obteniendo en tres ocasiones el Premio Centroamericano de Poesía, el Premio Casa de las Américas y otros galardones en diversos certámenes nacionales y centroamericanos. Roque fue asesinado en 1975 por sus propios compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), la guerrilla a la cual pertenecía en ese momento, acusado de traición, hecho que nunca se probó. Roque Dalton fue el primer escritor que habló sobre la conformación social y económica de su país, El Salvador, describiendo con cruda realidad la situación sin dejar escondido nada y sin ser amable con los culpables de la situación.
Roque Dalton, alumno de Miguel Mármol en las artes de la resurrección, se salvó dos veces de morir fusilado. Una vez se salvó porque cayó el gobierno y otra vez se salvó porque cayó la pared, gracias a un oportuno terremoto. También se salvó de los torturadores, que lo dejaron maltrecho pero vivo, y de los policías que lo corrieron a balazos.
Y se salvó de los hinchas de fútbol que lo corrieron a pedradas, y se salvó de las furias de una chancha recién parida y de numerosos maridos sedientos de venganza.
Poeta hondo y jodón, Roque prefería tomarse el pelo a tomarse en serio, y así se salvó de la grandilocuencia y de la solemnidad y de otras enfermedades que gravemente aquejan a la poesía política latinoamericana. No se salva de sus compañeros. Son sus propios compañeros quienes condenan a Roque por delito de discrepancia. De al lado tenía que venir esta bala, la única capaz de encontrarlo.
(Eduardo Galeano)
¿Qué decir frente al cadáver de un compañero que no ha sucumbido frente al enemigo común, sino que ha sido asesinado turbiamente en el marco de una disensión partidaria, y que sus victimarios pretenden mostrar como traidor?
La fracción responsable de su “juicio” y su “ejecución” (miembros del Ejercito Revolucionario del Pueblo, ERP) dio a conocer desde el principio un comunicado en el que acusaba a Dalton de trabajar para la CIA y de haber procurado su infiltración en el seno del movimiento. De la acusación, que parecería ridícula en el caso de Dalton si no fuera tan monstruosa por provenir de quienes se autotitulan revolucionarios, no he de decir nada. ¿Para qué, si el mismo Roque la había anticipado con una claridad que multiplica la culpa de sus asesinos?
En la novela titulada "Pobrecito Poeta que Era Yo" se cuenta que en la época en que el poeta estuvo preso en El Salvador, el agente de la CIA que lo interrogaba le dijo en algún momento lo siguiente:
No creas que vas a morir como un héroe, tenemos documentos necesarios para hacerte parecer como un traidor, y la historia y tus hijos se avergonzarán del nombre de su padre… Así que olvídate de que tu muerte te convertirá en héroe…
Esto ocurría nada menos que en 1964; más de diez años después de esa innoble amenaza, la vemos cumplirse literalmente.
Incluso si Roque no hubiera denunciado esa amenaza de sus enemigos, la acusación con que se pretende justificar su asesinato seguiría siendo monstruosa, puesto que en ella se acumula no solamente la calumnia más infame que pueda hacerse a un luchador revolucionario, sino que esa calumnia procede de quienes en algún momento él consideró sus compañeros en la lucha política salvadoreña.
(...)
Entre lo mucho que me ha dado Cuba, el conocimiento y la amistad de Roque Dalton se contará siempre entre lo más precioso… Alguna mañana vi llegar a un muchacho moreno y flaco, de rostro aniñado y a la vez lleno de tiempo; al principio los dos nos confundimos sobre nuestra edad, nos hicimos las bromas de rigor, empezamos a mirarnos de veras…
Yo admiraba de Roque su particular acercamiento a la poesía con cualquier tipo de lector, y que no se tradujera en la chabacanería y el populismo suicida…De eso hablábamos tomando café y tragos en el barrio viejo de la Habana, o en los intervalos de nuestra tarea en la Casa de las Américas. Para Roque que se sorprendía un poco de mi admiración, no había nada más natural que escribir así, pero yo insistía en que esa naturalidad tenia que haberle costado enormemente a un poeta centroamericano. Esto, claro, lo hacia estallar en carcajadas, y en Roque la risa era uno de sus mensajes más directos y más hermosos, se reía como un niño, echándose hacia atrás.
Roque Dalton tenía una visión general de la lucha revolucionaria, y que sus múltiples andanzas por el mundo le había dado una experiencia que pesaba en sus juicios y en sus opiniones. Eso, junto con la poesía y el sentido del humor, nos llevó a sentirnos amigos desde el primer momento; ahora que no volveré a hablar con él, pienso que nos vimos muy poco, que estábamos demasiado ocupados en Cuba para vagar juntos por las calles y charlar en los hoteles y los cafés. Y en París, donde nos encontramos dos veces, la urgencia de los problemas, de las circunstancias siempre críticas en nuestro trabajo, no nos dejó la libertad que hubiéramos querido para discutir de libros, de películas, de hombres y mujeres.
Hablar con Roque era como vivir más intensamente, como vivir por dos. Ninguno de sus amigos olvidará las historias acaso míticas de sus antepasados, la visión prodigiosa del pirata Dalton, las aventuras de los miembros de su familia; y otras veces, sin mayor deseo pero obligado por la necesidad de defender un punto de vista.
(Julio Cortázar)

El vía crucis de Roque
—A ese muchacho se le ve la muerte en la cara —le dijo Aurora a Luisa, refiriéndose a Roque Dalton.
—Qué va —exclamó Luisa—, es como los gatos. Siempre se escapa de la muerte en alitas de cucaracha. La primera vez lo salvó un temblor. Estaba en la cárcel de Cojutepeque, el temblor botó la pared y él pudo escaparse. La segunda vez sólo le faltaban dos días para ser fusilado y en eso vino el golpe que derrocó a Lemus, el dictador de turno.
Roque y Luisa nunca se conocieron personalmente, pero se escribían cartas desde Praga y París, donde ambos se deleitaban hablando de las pupusas salvadoreñas, del gallo en chicha, de los panes con chumpe y de todos esos sabores y olores exquisitos que en Europa les estaban vedados.
Una vez que Luisa viajó a Cuba, Roque la estaba esperando en el aeropuerto con un ramo de flores, pero el avión de Luisa se retrasó dos días y él tuvo que viajar al interior.
Desde allí le enviaba papelitos que invariablemente le entregaban a la hora del almuerzo.
Nunca llegaron a darse un abrazo, pero un amigo común aseguraba que según Roque, Luisa le había enseñado a bailar la rumba.
Años más tarde, ese mismo amigo llamó a Luisa para anunciarle la muerte de Roque. Las informaciones eran confusas, imprecisas, todavía no se sabía quién lo había asesinado.
A Luisa le impresionó profundamente la noticia y esa misma tarde, para sentirse un poquito más cerca de él quiso leer en voz alta algunos de sus poemas. Abrió el libro al azar y sus ojos tropezaron con los versos: “Cuando sepas que he muerto, no pronuncies mi nombre”.
(Claribel Alegría - Luisa en el País de la Realidad)
Roque estaba casado con la revolución
A Roque Dalton yo lo recuerdo riendo. Flaco, de un blanco pálido, huesudo, narizón como yo, y siempre riendo. No sé por qué siempre te recuerdo riendo, Roque Dalton. Un revolucionario reidor. No es que los revolucionarios sean especialmente serios ni mucho menos, pero es que él era un revolucionario especialmente reidor. Se reía en primer lugar de él mismo. Se reía de cosas ridículas de El Salvador, y siempre estaba hablando de El Salvador y es que quería muchísimo a su país, Pulgarcito. Se reía de la burguesía salvadoreña naturalmente, y nos hacía reír a todos. Se reía de los jesuitas con los que se había educado y en cuyo colegio había «perdido la fe» (también se reía de esta expresión) para entrar al Partido Comunista y también se reía de cosas de su Partido Comunista (pero de todos modos era su partido). Contaba historias fantásticas de El Salvador que parecían inventadas pero eran ciertas. A un hombre lo tuvieron preso por varios años en una cloaca cubierto de cucarachas. Cuando lo sacaron de allí estaba loco, y las cucarachas ya no le disgustaban en absoluto, se sonreía beatíficamente y para él estar lleno de cucarachas era como estar lleno de mariposas.
Roque Dalton una vez estuvo preso y lo iban a fusilar. Además iban a hacer creer al Partido que él era un informador y un agente de la CIA para que no lo consideraran como mártir. Esa noche, aunque él no tenía fe en Dios, oró, se arrodilló en su celda y oró. La «suerte loca» -decía él- hizo que esa noche hubiera un terremoto y se cayeran las paredes de la cárcel, y él se escapó. Cintio Vitier, Fina y yo nos reíamos de él diciéndole que nosotros dábamos otro nombre a lo que él llamaba «suerte loca», y él también se reía.
Roque estaba casado con la revolución
A Roque Dalton yo lo recuerdo riendo. Flaco, de un blanco pálido, huesudo, narizón como yo, y siempre riendo. No sé por qué siempre te recuerdo riendo, Roque Dalton. Un revolucionario reidor. No es que los revolucionarios sean especialmente serios ni mucho menos, pero es que él era un revolucionario especialmente reidor. Se reía en primer lugar de él mismo. Se reía de cosas ridículas de El Salvador, y siempre estaba hablando de El Salvador y es que quería muchísimo a su país, Pulgarcito. Se reía de la burguesía salvadoreña naturalmente, y nos hacía reír a todos. Se reía de los jesuitas con los que se había educado y en cuyo colegio había «perdido la fe» (también se reía de esta expresión) para entrar al Partido Comunista y también se reía de cosas de su Partido Comunista (pero de todos modos era su partido). Contaba historias fantásticas de El Salvador que parecían inventadas pero eran ciertas. A un hombre lo tuvieron preso por varios años en una cloaca cubierto de cucarachas. Cuando lo sacaron de allí estaba loco, y las cucarachas ya no le disgustaban en absoluto, se sonreía beatíficamente y para él estar lleno de cucarachas era como estar lleno de mariposas.
Roque Dalton una vez estuvo preso y lo iban a fusilar. Además iban a hacer creer al Partido que él era un informador y un agente de la CIA para que no lo consideraran como mártir. Esa noche, aunque él no tenía fe en Dios, oró, se arrodilló en su celda y oró. La «suerte loca» -decía él- hizo que esa noche hubiera un terremoto y se cayeran las paredes de la cárcel, y él se escapó. Cintio Vitier, Fina y yo nos reíamos de él diciéndole que nosotros dábamos otro nombre a lo que él llamaba «suerte loca», y él también se reía.
Roque Dalton estaba siempre de buen humor a pesar de los horrores que había pasado, y de los horrores que lo esperaban por delante y que él adivinaba. El compromiso de Roque Dalton con la revolución era como un compromiso matrimonial. Su destino fue no sólo cantarla sino también dar la vida por la revolución.
Ahora, en 1980, él está encarnado en muchas vidas, está resucitado en la insurrección de El Salvador. Está siempre riendo, a pesar de las masacres, a pesar del llanto. Está riendo porque está triunfante. Es como si hubiera triunfado ya. Roque Dalton pronto será parques infantiles, escuelas, hospitales, será sus poemas escritos antes y muchos otros poemas por venir. Roque Dalton será un pueblo reidor y feliz de roque daltons.
(Ernesto Cardenal, Nicaragua)
“Deberían dar premios de resistencia por ser Salvadoreño,” dijo Roque, el que nunca va a descansar en paz, porque “qué cosa más jodida es descansar en paz,” en Un libro levemente odioso. Sufría de amor por El Salvador, se moría de frío por El Salvador, y de rabia y de risa.
De Roque todos hablan a risa abierta, como si no hubiera muerto, como si no lo hubieran matado en El Salvador el mes en que cumplía cuarenta años, mayo de 1975, los mismo guerrilleros empeñados en su misma lucha. De Roque, todos los que lo conocieron dicen que era un personaje a todo dar, y resulta fácil imaginarlo haciendo del entusiasmo y la sinceridad un mérito literario.
No, los vientos no huyeron de su asombro y su cara. Roque Dalton, asesinado a los cuarenta años fue siempre, hasta el último momento, un sorprendido, un cielo tomado por asalto, una risa interrumpida. Y de la cara de Centroamérica no huirá tampoco el viento, porque sabrá levantarse y en el último momento disparará contra el asesino.
(Prólogo de Un Libro Levemente Odioso. Elena Poniatowska, Mexico junio 88.)
Unicornio
El tema con que concluye este trabajo me ha proporcionado, en este último año, un buen montón de placeres y sorpresas. Doquiera lo mostré desencadenó un furibundo afán de hacerme saber donde se hallaba mi unicornio perdido.
Comenzaron a llegar cartas, cables y mensajes; aparecieron fotografías, libros, pegatinas, postales y dibujos de toda variedad de unicornios. Incluso recibí noticias hasta de donde sé que jamás iría a pastar no sólo el mío sino cualquier otro. Es extraño, pero alguna gente ve cosas donde no las hay, o lo que es peor: no pueden ver las cosas que realmente existen.
A propósito quiero acusar públicamente el recibo de una noticia sumamente legítima. Todo empezó por un amigo muy querido que tuve, un salvadoreño llamado Roque Dalton, quien además de haber sido un magnífico poeta fue un gran revolucionario, compromiso que le hizo perder la vida cuando era combatiente clandestino.
El caso es que Roque tuvo varios hijos; entre ellos Roquito -el que hace tiempo se encuentra prisionero y del que no se sabe su suerte-, y Juan José, que delgado y jovencito como es fue guerrillero herido, capturado y torturado. A este último fue a quien encontré hace poco y me contó que allá, en las montañas de El Salvador, andando con la aguerrida tropa de los humildes, trotaba un unicornio azul con un cuerno.
Quiero agradecer la ternura, el sostén y la esperanza de todos los que, en los últimos tiempos, han procurado ayudarme en la búsqueda de lo extraviado. Pero ahora les anuncio que casi casi estoy tranquilo, y que, si lo desean, ya pueden parar de enviar noticias. Porque al fin sé en que parajes pasta mi unicornio y porque en prados semejantes ningún amor está perdido.
(Silvio Rodríguez, Abril del 82. Tomado de: Silvio Rodríguez: Otras Inquisiciones.)

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