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martes, 28 de octubre de 2008 | | 0 comentarios

Pulgarcito de Poeta (II)

Segunda parte, con algunas de sus poesías.









DESNUDA

Amo tu desnudez
porque desnuda me bebes con los poros,
como hace el agua
cuando entre sus paredes me sumerjo.

Tu desnudez derriba con su calor los límites,
me abre todas las puertas para que te adivine,
me toma de la mano como a un niño perdido
que en ti dejara quieta su edad y sus preguntas.

Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo
pasa a ser mi universo, el credo que se nutre;
la aromática lámpara que alzo estando ciego
cuando junto a la sombras los deseos me ladran.

Cuando te me desnudas con los ojos cerrados
cabes en una copa vecina de mi lengua,
cabes entre mis manos como el pan necesario,
cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra.
El día en que te mueras te enterraré desnuda
para que limpio sea tu reparto en la tierra,
para poder besarte la piel en los caminos,
trenzarte en cada río los cabellos dispersos.

El día en que te mueras te enterraré desnuda,
como cuando naciste de nuevo entre mis piernas.


NO TE PONGAS BRAVO, POETA

La vida paga sus cuentas con tu sangre
y tú sigues creyendo que eres un ruiseñor.

Cógele el cuello de una vez, desnúdala,
túmbala y haz en ella tu pelea de fuego,
rellénale la tripa majestuosa, préñala,
ponla a parir cien años por el corazón.

Pero con lindo modo, hermano,
con un gesto
propicio para la melancolía.


Y, SIN EMBARGO, AMOR...

Y, sin embargo, amor, a través de las lágrimas,
yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.

Aquí,
hoy,
digo:
siempre recordaré tu desnudez entre mis manos,
tu olor a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana;
tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro;
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a tus antiguos colores;
tu voz,
tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras.
Pero ya no habrá tiempo de llorar.
ha terminado
la hora de la ceniza para mi corazón:

Hace frío sin ti,
pero se vive.


POEMA DE AMOR

Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como "silver roll" y no como "gold roll"),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
("me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño"),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
("La gruta azul", "El Calzoncito", "Happyland"),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.


EL GRAN DESPECHO

País mío no existes
sólo eres una mala silueta mía
una palabra que le creí al enemigo

Antes creía que solamente eras muy chico
que no alcanzabas a tener de una vez
Norte y Sur
pero ahora sé que no existes
y que además parece que nadie te necesita
no se oye hablar a ninguna madre de tí

Ello me alegra
porque prueba que me inventé un país
aunque me deba entonces a los manicomios

Soy pues un diocesillo a tu costa

(Quiero decir: por expatriado yo
tú eres ex patria)


COMO TÚ

Yo como tú
amo el amor,
la vida,
el dulce encanto de las cosas
el paisaje celeste de los días de enero.

También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan,
de todos.

Y que mis venas no terminan en mí,
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.


ALTA HORA DE LA NOCHE

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
será el tenue faro buscado por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.

No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.

No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.





ACTA

En nombre de quienes lavan ropa ajena
(y expulsan de la blancura la mugre ajena).
En nombre de quienes cuidan hijos ajenos
(y venden su fuerza de trabajo
en forma de amor maternal y humillaciones).
En nombre de quienes habitan en vivienda ajena
(que ya no es vientre amable sino una tumba o cárcel).
En nombre de quienes comen mendrugos ajenos
(y aún los mastican con sentimiento de ladrón).
En nombre de quienes viven en un país ajeno
(las casas y las fábricas y los comercios
y las calles y las ciudades y los pueblos
y los ríos y los lagos y los volcanes y los montes
son siempre de otros
y por eso está allí la policía y la guardia
cuidándolos contra nosotros).
En nombre de quienes lo único que tienen
es hambre explotación enfermedades
sed de justicia y de agua
persecuciones condenas
soledad abandono opresión muerte.
Yo acuso a la propiedad privada
de privarnos de todo.


EL DESCANSO DEL GUERRERO

Los muertos están cada día más indóciles.

Antes era fácil con ellos:
les dábamos un cuello duro una flor
loábamos sus nombres en una larga lista:
que los recintos de la patria
que las sombras notables
que el mármol monstruoso.

El cadáver firmaba en pos de la memoria
iba de nuevo a filas
y marchaba al compás de nuestra vieja música.

Pero qué va
los muertos
son otros desde entonces.

Hoy se ponen irónicos
preguntan.

¡Me parece que caen en la cuenta
de ser cada vez más la mayoría!


EL AMOR

El amor es mi otra patria
la primera
no la de que me ufano
la que sufro.


CARTITA

Queridos filósofos,
queridos sociólogos progresistas,
queridos sicólogos sociales:
no jodan tanto con la enajenación
aquí donde lo más jodido
es la nación ajena.


NO, NO SIEMPRE FUI TAN FEO

Lo que pasa es que tengo una fractura en la nariz
que me causó el tico Lizano con un ladrillo
porque yo decía que evidentemente era penalty
y él que no y que no y que no
nunca en mi vida le volveré a dar la espalda a un futbolista tico
el padre Achaerandio por poco se muere del susto
ya que al final había más sangre que en un altar azteca
y luego fue Quique Soler que me dio en el ojo derecho
la pedrada más exacta que cabe imaginarse
claro que se trataba de reproducir la toma de Okinawa
pero a mí me tocó ruptura de la retina
un mes de inmovilización absoluta (¡a los once años!)
visita al doctor Quevedo en Guatemala y al doctor
Bidford que usaba una peluca colorada
por eso es que en ocasiones bizqueo
y que al salir del cine parezco un drogadicto desvelado
la otra razón fue un botellazo de ron
que me lanzó el marido de María Elena
en realidad yo no tenía ninguna mala intención
pero cada marido es un mundo
y si pensamos que él creía que yo era un diplomático argentino
hay que dar gracias a Dios
la otra vez fue en Praga nunca se supo
me patearon cuatro delincuentes en un callejón oscuro
a dos cuadras del Ministerio de Defensa
a cuatro cuadras de las oficinas de la Seguridad
era víspera de la apertura del Congreso del Partido
por lo que alguien dijo que era una demostración contra el Congreso
(en el Hospital me encontré con otros dos delegados
que habían salido de sus respectivos asaltos
con más huesos rotos que nunca)
otro opinó que fue un asunto de la CIA para cobrarse mi escapatoria de la cárcel
otros más que una muestra de racismo antilatinoamericano
y algunos que simplemente las universales ganas de robar
el camarada Sóbolev vino a preguntarme
si no era que yo le había tocado el culo a alguna señora acompañada
antes de protestar en el Ministerio del Interior
en nombre del Partido Soviético
finalmente no apareció ninguna pista
y hay que dar gracias a Dios nuevamente
por haber continuado como ofendido hasta el final
en una investigación en la tierra de Kafka
en todo caso (y para lo que me interesa sustentar aquí)
los resultados fueron
doble fractura del maxilar inferior
conmoción cerebral grave
un mes y medio de hospital y
dos meses más engullendo licuado hasta los bistecs
y la última vez fue en Cuba
fue cuando bajaba una ladera bajo la lluvia
con un hierro M-52 entre manos
en una de esas salió de no sé donde un toro
yo me enredé las canillas en la maleza y comencé a caer
el toro pasó de largo pero como era un gran huevón
no quiso volver para ensartarme
pero de todos modos no fue necesario porque
como les iba contando yo caí encima del hierro
que no supo hacer otra cosa que rebotar como una revolución en África
y me partió en tres pedazos el arco cigomático
(muy importante para la resolución estética de los pómulos)
Eso explica por lo menos en parte mi problema.





Un par de canciones que hablan de Roque Dalton. En la segunda, Viglietti canta Daltónica, al tiempo que Benedetti recita A Roque.

El Tiempo Está a Favor de los Pequeños (Silvio Rodríguez)


Daltónica (Daniel Viglietti y Mario Benedetti)



Obras:
Mía Junto a los Pájaros (San Salvador, 1957)
La Ventana en el Rostro (México, 1961)
El Mar (La Habana, 1962)
El Turno del Ofendido (La Habana, 1962)
Los Testimonios (La Habana 1964)
Poemas (Antología, San Salvador, 1968)
Taberna y Otros Lugares, Premio Casa de las Américas (La Habana, Cuba, 1969)
Los Pequeños Infiernos (Barcelona 1970)

Ensayos:
El Salvador (monografía, 1963)
César Vallejo (La Habana 1963)
El Intelectual y la Sociedad (La Habana, 1969)
¿Revolución en la Revolución? y la Crítica de la Derecha (La Habana 1970)
Miguel Mármol y los Sucesos de 1932 en El Salvador (1972)
Las Historias Prohibidas del Pulgarcito (México, 1974)

Obras póstumas:
Poemas Clandestinos (1980)
Pobrecito Poeta que Era Yo (narrativa, 1981)
Un Libro Rojo para Lenín (1986)
Un Libro Levemente Odioso (poesía, 1988)
Los Hongos (poesía, 1989)


Páginas Web

http://roque-dalton.contrapunto.com.sv/


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Pulgarcito de Poeta (I)

Este es un gustito que me doy, en el post 101 (y 102, así no queda tan largo). No soy graaan lectora de poesía, pero éste es mi poeta preferido, el que ocupa un sitio preferencial entre los muertitos de mis amores. Roque Dalton García, irreverente, alegre, mujeriego, provocador y revolucionario. Y poetazo, en versos kilométricos o cuatro estrofas, donde habla de amor, revolución, dolores de cabeza, pueblos sufridos, donde manifiesta un amor incondicional y amargo por su país, El Salvador, y donde también se toma en broma al explicar que "no, no siempre fue tan feo". Imprescindible de la poesía latinoamericana, ni más ni menos.








Poeta, ensayista, abogado, antropólogo y revolucionario salvadoreño, una de las voces más influyentes de la Generación Comprometida. Su primera formación la realizó con los jesuitas en el Colegio Externado de San José. En 1957 viajó a la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) para participar de un festival internacional de jóvenes. Más tarde viajó a Santiago de Chile para estudiar Derecho, aunque volvió a San Salvador a continuar sus estudios. Dalton se dedicó desde muy joven a la literatura, la poesía y la política, siendo integrante del Círculo Literario Universitario (1956). Estuvo preso por cuestiones políticas en la cárcel de Cojutepeque, de donde escapó, exiliándose en varios países, entre ellos, México, Checoslovaquia y Cuba. Publicó la mayoría de sus textos en forma clandestina en El Salvador durante los años sesenta y setenta, Obteniendo en tres ocasiones el Premio Centroamericano de Poesía, el Premio Casa de las Américas y otros galardones en diversos certámenes nacionales y centroamericanos. Roque fue asesinado en 1975 por sus propios compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), la guerrilla a la cual pertenecía en ese momento, acusado de traición, hecho que nunca se probó. Roque Dalton fue el primer escritor que habló sobre la conformación social y económica de su país, El Salvador, describiendo con cruda realidad la situación sin dejar escondido nada y sin ser amable con los culpables de la situación.



Roque Dalton, alumno de Miguel Mármol en las artes de la resurrección, se salvó dos veces de morir fusilado. Una vez se salvó porque cayó el gobierno y otra vez se salvó porque cayó la pared, gracias a un oportuno terremoto. También se salvó de los torturadores, que lo dejaron maltrecho pero vivo, y de los policías que lo corrieron a balazos.

Y se salvó de los hinchas de fútbol que lo corrieron a pedradas, y se salvó de las furias de una chancha recién parida y de numerosos maridos sedientos de venganza.

Poeta hondo y jodón, Roque prefería tomarse el pelo a tomarse en serio, y así se salvó de la grandilocuencia y de la solemnidad y de otras enfermedades que gravemente aquejan a la poesía política latinoamericana. No se salva de sus compañeros. Son sus propios compañeros quienes condenan a Roque por delito de discrepancia. De al lado tenía que venir esta bala, la única capaz de encontrarlo.

(Eduardo Galeano)


¿Qué decir frente al cadáver de un compañero que no ha sucumbido frente al enemigo común, sino que ha sido asesinado turbiamente en el marco de una disensión partidaria, y que sus victimarios pretenden mostrar como traidor?

La fracción responsable de su “juicio” y su “ejecución” (miembros del Ejercito Revolucionario del Pueblo, ERP) dio a conocer desde el principio un comunicado en el que acusaba a Dalton de trabajar para la CIA y de haber procurado su infiltración en el seno del movimiento. De la acusación, que parecería ridícula en el caso de Dalton si no fuera tan monstruosa por provenir de quienes se autotitulan revolucionarios, no he de decir nada. ¿Para qué, si el mismo Roque la había anticipado con una claridad que multiplica la culpa de sus asesinos?

En la novela titulada "Pobrecito Poeta que Era Yo" se cuenta que en la época en que el poeta estuvo preso en El Salvador, el agente de la CIA que lo interrogaba le dijo en algún momento lo siguiente:

No creas que vas a morir como un héroe, tenemos documentos necesarios para hacerte parecer como un traidor, y la historia y tus hijos se avergonzarán del nombre de su padre… Así que olvídate de que tu muerte te convertirá en héroe…

Esto ocurría nada menos que en 1964; más de diez años después de esa innoble amenaza, la vemos cumplirse literalmente.

Incluso si Roque no hubiera denunciado esa amenaza de sus enemigos, la acusación con que se pretende justificar su asesinato seguiría siendo monstruosa, puesto que en ella se acumula no solamente la calumnia más infame que pueda hacerse a un luchador revolucionario, sino que esa calumnia procede de quienes en algún momento él consideró sus compañeros en la lucha política salvadoreña.
(...)

Entre lo mucho que me ha dado Cuba, el conocimiento y la amistad de Roque Dalton se contará siempre entre lo más precioso… Alguna mañana vi llegar a un muchacho moreno y flaco, de rostro aniñado y a la vez lleno de tiempo; al principio los dos nos confundimos sobre nuestra edad, nos hicimos las bromas de rigor, empezamos a mirarnos de veras…

Yo admiraba de Roque su particular acercamiento a la poesía con cualquier tipo de lector, y que no se tradujera en la chabacanería y el populismo suicida…De eso hablábamos tomando café y tragos en el barrio viejo de la Habana, o en los intervalos de nuestra tarea en la Casa de las Américas. Para Roque que se sorprendía un poco de mi admiración, no había nada más natural que escribir así, pero yo insistía en que esa naturalidad tenia que haberle costado enormemente a un poeta centroamericano. Esto, claro, lo hacia estallar en carcajadas, y en Roque la risa era uno de sus mensajes más directos y más hermosos, se reía como un niño, echándose hacia atrás.

Roque Dalton tenía una visión general de la lucha revolucionaria, y que sus múltiples andanzas por el mundo le había dado una experiencia que pesaba en sus juicios y en sus opiniones. Eso, junto con la poesía y el sentido del humor, nos llevó a sentirnos amigos desde el primer momento; ahora que no volveré a hablar con él, pienso que nos vimos muy poco, que estábamos demasiado ocupados en Cuba para vagar juntos por las calles y charlar en los hoteles y los cafés. Y en París, donde nos encontramos dos veces, la urgencia de los problemas, de las circunstancias siempre críticas en nuestro trabajo, no nos dejó la libertad que hubiéramos querido para discutir de libros, de películas, de hombres y mujeres.

Hablar con Roque era como vivir más intensamente, como vivir por dos. Ninguno de sus amigos olvidará las historias acaso míticas de sus antepasados, la visión prodigiosa del pirata Dalton, las aventuras de los miembros de su familia; y otras veces, sin mayor deseo pero obligado por la necesidad de defender un punto de vista.

(Julio Cortázar)






El vía crucis de Roque

—A ese muchacho se le ve la muerte en la cara —le dijo Aurora a Luisa, refiriéndose a Roque Dalton.

—Qué va —exclamó Luisa—, es como los gatos. Siempre se escapa de la muerte en alitas de cucaracha. La primera vez lo salvó un temblor. Estaba en la cárcel de Cojutepeque, el temblor botó la pared y él pudo escaparse. La segunda vez sólo le faltaban dos días para ser fusilado y en eso vino el golpe que derrocó a Lemus, el dictador de turno.

Roque y Luisa nunca se conocieron personalmente, pero se escribían cartas desde Praga y París, donde ambos se deleitaban hablando de las pupusas salvadoreñas, del gallo en chicha, de los panes con chumpe y de todos esos sabores y olores exquisitos que en Europa les estaban vedados.

Una vez que Luisa viajó a Cuba, Roque la estaba esperando en el aeropuerto con un ramo de flores, pero el avión de Luisa se retrasó dos días y él tuvo que viajar al interior.

Desde allí le enviaba papelitos que invariablemente le entregaban a la hora del almuerzo.

Nunca llegaron a darse un abrazo, pero un amigo común aseguraba que según Roque, Luisa le había enseñado a bailar la rumba.

Años más tarde, ese mismo amigo llamó a Luisa para anunciarle la muerte de Roque. Las informaciones eran confusas, imprecisas, todavía no se sabía quién lo había asesinado.

A Luisa le impresionó profundamente la noticia y esa misma tarde, para sentirse un poquito más cerca de él quiso leer en voz alta algunos de sus poemas. Abrió el libro al azar y sus ojos tropezaron con los versos: “Cuando sepas que he muerto, no pronuncies mi nombre”.
(Claribel Alegría - Luisa en el País de la Realidad)



Roque estaba casado con la revolución

A Roque Dalton yo lo recuerdo riendo. Flaco, de un blanco pálido, huesudo, narizón como yo, y siempre riendo. No sé por qué siempre te recuerdo riendo, Roque Dalton. Un revolucionario reidor. No es que los revolucionarios sean especialmente serios ni mucho menos, pero es que él era un revolucionario especialmente reidor. Se reía en primer lugar de él mismo. Se reía de cosas ridículas de El Salvador, y siempre estaba hablando de El Salvador y es que quería muchísimo a su país, Pulgarcito. Se reía de la burguesía salvadoreña naturalmente, y nos hacía reír a todos. Se reía de los jesuitas con los que se había educado y en cuyo colegio había «perdido la fe» (también se reía de esta expresión) para entrar al Partido Comunista y también se reía de cosas de su Partido Comunista (pero de todos modos era su partido). Contaba historias fantásticas de El Salvador que parecían inventadas pero eran ciertas. A un hombre lo tuvieron preso por varios años en una cloaca cubierto de cucarachas. Cuando lo sacaron de allí estaba loco, y las cucarachas ya no le disgustaban en absoluto, se sonreía beatíficamente y para él estar lleno de cucarachas era como estar lleno de mariposas.

Roque Dalton una vez estuvo preso y lo iban a fusilar. Además iban a hacer creer al Partido que él era un informador y un agente de la CIA para que no lo consideraran como mártir. Esa noche, aunque él no tenía fe en Dios, oró, se arrodilló en su celda y oró. La «suerte loca» -decía él- hizo que esa noche hubiera un terremoto y se cayeran las paredes de la cárcel, y él se escapó. Cintio Vitier, Fina y yo nos reíamos de él diciéndole que nosotros dábamos otro nombre a lo que él llamaba «suerte loca», y él también se reía.

Roque Dalton estaba siempre de buen humor a pesar de los horrores que había pasado, y de los horrores que lo esperaban por delante y que él adivinaba. El compromiso de Roque Dalton con la revolución era como un compromiso matrimonial. Su destino fue no sólo cantarla sino también dar la vida por la revolución.

Ahora, en 1980, él está encarnado en muchas vidas, está resucitado en la insurrección de El Salvador. Está siempre riendo, a pesar de las masacres, a pesar del llanto. Está riendo porque está triunfante. Es como si hubiera triunfado ya. Roque Dalton pronto será parques infantiles, escuelas, hospitales, será sus poemas escritos antes y muchos otros poemas por venir. Roque Dalton será un pueblo reidor y feliz de roque daltons.

(Ernesto Cardenal, Nicaragua)


“Deberían dar premios de resistencia por ser Salvadoreño,” dijo Roque, el que nunca va a descansar en paz, porque “qué cosa más jodida es descansar en paz,” en Un libro levemente odioso. Sufría de amor por El Salvador, se moría de frío por El Salvador, y de rabia y de risa.

De Roque todos hablan a risa abierta, como si no hubiera muerto, como si no lo hubieran matado en El Salvador el mes en que cumplía cuarenta años, mayo de 1975, los mismo guerrilleros empeñados en su misma lucha. De Roque, todos los que lo conocieron dicen que era un personaje a todo dar, y resulta fácil imaginarlo haciendo del entusiasmo y la sinceridad un mérito literario.

No, los vientos no huyeron de su asombro y su cara. Roque Dalton, asesinado a los cuarenta años fue siempre, hasta el último momento, un sorprendido, un cielo tomado por asalto, una risa interrumpida. Y de la cara de Centroamérica no huirá tampoco el viento, porque sabrá levantarse y en el último momento disparará contra el asesino.

(Prólogo de Un Libro Levemente Odioso. Elena Poniatowska, Mexico junio 88.)


Unicornio

El tema con que concluye este trabajo me ha proporcionado, en este último año, un buen montón de placeres y sorpresas. Doquiera lo mostré desencadenó un furibundo afán de hacerme saber donde se hallaba mi unicornio perdido.

Comenzaron a llegar cartas, cables y mensajes; aparecieron fotografías, libros, pegatinas, postales y dibujos de toda variedad de unicornios. Incluso recibí noticias hasta de donde sé que jamás iría a pastar no sólo el mío sino cualquier otro. Es extraño, pero alguna gente ve cosas donde no las hay, o lo que es peor: no pueden ver las cosas que realmente existen.

A propósito quiero acusar públicamente el recibo de una noticia sumamente legítima. Todo empezó por un amigo muy querido que tuve, un salvadoreño llamado Roque Dalton, quien además de haber sido un magnífico poeta fue un gran revolucionario, compromiso que le hizo perder la vida cuando era combatiente clandestino.

El caso es que Roque tuvo varios hijos; entre ellos Roquito -el que hace tiempo se encuentra prisionero y del que no se sabe su suerte-, y Juan José, que delgado y jovencito como es fue guerrillero herido, capturado y torturado. A este último fue a quien encontré hace poco y me contó que allá, en las montañas de El Salvador, andando con la aguerrida tropa de los humildes, trotaba un unicornio azul con un cuerno.

Quiero agradecer la ternura, el sostén y la esperanza de todos los que, en los últimos tiempos, han procurado ayudarme en la búsqueda de lo extraviado. Pero ahora les anuncio que casi casi estoy tranquilo, y que, si lo desean, ya pueden parar de enviar noticias. Porque al fin sé en que parajes pasta mi unicornio y porque en prados semejantes ningún amor está perdido.
(Silvio Rodríguez, Abril del 82. Tomado de: Silvio Rodríguez: Otras Inquisiciones.)